Se trataba del 11 de julio de 2010, corría el minuto 116 de partido y España cambiaba el curso de la historia con un solo zapatazo, el que llevaba la firma de Andrés Iniesta, santo y seña para el fútbol nacional desde ese momento, y fotografía que permanecerá guardada para siempre en la memoria del aficionado español al deporte rey.
Era cierto. España hace justo un año, se impuso a Holanda en la final de un campeonato del Mundo. El tanto de Iniesta en la prórroga mandaba al traste las especulaciones, el dubitativo inicio de torneo con la derrota ante Suiza y, sobre todo, la tan asociada imagen de la eliminación a los cuartos de final, el escollo que siempre se había traducido en lágrimas.
Se puso fin a la generación del miedo, a aquella que jamás había visto superar a la selección española la psicológica barrera de la lucha por el podio. Era, por supuesto, la confirmación del brillante triunfo en la Eurocopa de 2008, y además, la consagración de la generación más prolífica del fútbol español.
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