Salió del vestuario con ventaja en el marcador y la moral por las nubes el Real Madrid. El gol tempranero de Cristiano Ronaldo y un nuevo pinchazo del Barcelona en el Camp Nou, fueron incentivos de tal magnitud que la desapacible noche en Madrid en lo meteorológico no fue acompañada sobre un césped que estrenaba una inmaculada imagen. El equipo de Mourinho fue un vendaval. El Deportivo un juguete medio roto que Miguel Ángel Lotina debe arreglar con rapidez.
Se destapa un Real Madrid que comienza a asemejarse a los deseos de Mourinho. Enchufado, agresivo, luchador y dinámico. Desatando un fútbol repleto de vertiginosa velocidad, que si encuentra defensas tan blandas como la del Deportivo, golea sin piedad.
Tenían tantas ganas de dejar de escuchar la palabra ansiedad y acabar con el pobre bagaje goleador, que los jugadores madridistas no bajaron el ritmo en todo el partido. A cada gol querían uno más. Mourinho aplaudía desde la banda la actitud de sus futbolistas.
Fue el primer día de la temporada en el que se les vio disfrutar. Estuvo a la par que el sufrimiento de los deportivistas. Ni pisaron el área de Iker Casillas en el primer acto y apenas reaccionaron con dos llegadas en la reanudación.
Estaban sobrepasados por un equipo liderado por Xabi Alonso, que notó cuando Cristiano Ronaldo jugó en equipo, los momentos de magia de Özil y el cambio de marcha cada vez que entra en contacto con el balón Di María.
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